Pensar en la ciudad, en su desarrollo urbano, en su geografía, como espacio social, económico y cultural es un objetivo político, no un objetivo técnico. Es necesario definir los espacios para encontrar la identidad propia de ciudad. Ciudad Real tiene que conectar con sus costumbres, preservar su estatus de capitalidad, y ser consciente del destino que quiere dársele. Esta muy bien embaldosar calles, pero sabiendo como queremos que sea el futuro.
El corazón de la ciudad, la plaza Mayor y calles aledañas, como Postas, están congeladas urbanísticamente en el tiempo desde el año 97 y se notan sus efectos en los edificios demolidos y en los solares sin edificar. Edificios semirruinosos y solares, llenos de vallas publicitarias en altura intentado disimular el hueco, como si hubiesen sido objeto de destrucción por una guerra, y cuyos efectos colaterales se extienden hasta los portales tristes de la Plaza mayor. Veinticinco años sin resolver, sin definir, una planificación para la zona más noble de la capital. Toda una generación de ciudadrealeños viendo los solares como algo normal del paisaje urbano entre Mercado Viejo y Alfonso X. Ningún político, fundamentalmente los alcaldes de las últimas seis legislaturas, puede sentirse ofendido si se le hace responsable de los devastadores resultados que causa, en la maltrecha economía local, este abandono de la planificación urbanística en la zona centro impidiendo el desarrollo de nuevas zonas comerciales, y que, obliga a demoler edificios sin poder construir y ponerlos en valor desde hace veinticinco años.
Antes de que quiera darse cuenta la alcaldesa habrá expirado su mandato de seis años de gobierno y también se marchara sin haber aportado nada al diseño urbano y espacial de la ciudad, sin haber corregido, ni un ápice, los veinte años de autocomplacencia de un modelo de ciudad inexistente, con eslóganes intangibles de – Ciudad Real te enamora – de los gobiernos del PP. Todas las críticas y compromisos de cambio, de veinte años de oposición, quedaran diluidas en el olvido de las promesas políticas. Toda la legislatura pasada estuvo parada urbanísticamente y está discurre por el mismo camino. Es evidente y notorio. No obstante, para algunas cosas aún puede haber solución.
En condiciones normales, un ayuntamiento presiona fiscalmente a los propietarios particulares, mediante impuestos, para agilizar las edificaciones y evitar las especulaciones, pero, en Ciudad Real habrá que pedir disculpas por impedir a la iniciativa privada el desarrollo de la zona más comercial de la ciudad. Seguramente existen razones de índole técnico que resolver en la calle de Postas y en la Plaza Mayor, y actuaciones pasadas que son irreversibles con la legislación actual, fruto de la evolución y cambio de las normas urbanísticas, como el propio Pasaje de San Isidro, pero no es excusa ni motivo para tener que esperar otras dos generaciones y que desaparezca el pasaje para adaptar la solución urbanística de toda la manzana a la norma vigente en estos momentos. Hay que proponer alternativas y sobre todo dar soluciones. Una vez más la desidia en la gestión de los expedientes urbanísticos invade el ayuntamiento de la capital.
Aun queda tiempo, aunque escaso, en esta legislatura, para definir como quedara el maltrecho corazón de la ciudad y como será su modelo, que no puede ser tampoco demasiado discordante con lo actual. Si alguien se ocupa, a partir de ahora en adelante, y hasta que termine el mandato, como decía un buen amigo la semana pasada, de llamar diariamente al despacho a los técnicos responsable para preguntarles que hicieron ayer y cuanto se avanzó en este expediente, hágase. Si se tienen que ir a Toledo, a la Consejería de Fomento, un día sí y otro también, que se vayan. Nadie puede entender veinticinco años de hibernación y congelación de un expediente.