Miedo da pensar que esta nueva revolución digital traiga aparejada una nueva diferenciación de clases y quienes no tienen acceso, ni medios, tengan que volver a conquistar derechos ya adquiridos. Esta revolución digital nos cambiara los transportes, el comercio, las relaciones jurídicas del comercio y de los hombres, de la propiedad, el trabajo y las relaciones internacionales. Incluso borrara virtualmente las fronteras.
El futuro, hoy por hoy, pasa por la incorporación de las nuevas tecnologías a nuestras vidas de la misma forma que incorporamos la maquina en la era de la industrialización. La sociedad avanzará y mejorará, pero no lo hará toda la sociedad al mismo ritmo. Con la industrialización las clases burguesas en las ciudades mejoraron, pero, los campesinos y obreros de las fábricas empeoraron. Necesitaron de siglos para conquistar derechos sociales y económicos que ahora están en peligro de desaparecer.
La globalización y las nuevas tecnologías están trastocando los conceptos aprendidos y aceptados de la filosofía. Así, de esta guisa, por ejemplo, una entidad pública financiera de pronto nos presenta el humanismo digital y lanza una campaña a la sociedad desde la idea generalista del humanismo para convencernos de las bondades de esta nueva revolución tecnológica y del futuro, pero, sin tener en cuenta todo lo que esta revolución digital se deja en él camino. El concepto utilizado de humanismo digital es una idea donde lo primero es la tecnología digital como clave para afrontar el futuro de la humanidad. Eso sí, sin contarnos lo que esta nueva era digital se deja en el camino y lo que la propia entidad se dejara entre quienes forman parte de ella: los actuales trabajadores y clientes. Y no solo es la entidad financiera.
En general, todas las empresas prestadoras de servicios en régimen de oligopolio, donde el ciudadano este cautivo en la contratación, se han subido al carro de la digitalización dejando mermados los derechos de millones de ciudadanos al limitar su ejercicio solo por medios digitales. Todo ello hasta el punto de que la propia administración provincial y regional han tenido que tener la iniciativa y dar un paso al frente fomentando los puntos de integración (inclusión) digital en los municipios más despoblados y con más dificultades para el acceso a las nuevas tecnologías, desplegando recursos y medios materiales, de todos los ciudadanos, para que quienes no tienen la oportunidad de gestionar el día a día de su vida, desde un teclado de ordenador o un teléfono móvil, puedan por lo menos tramitar su jubilación, conocer el saldo de su cuenta bancaria, saber si le han ingresado su pensión o simplemente gestionar los suministros básicos que irremediablemente necesita.
El humanismo en la historia siempre ha significado descubrir al hombre, dar valor a su condición y sensibilidad humana. En el humanismo, el hombre, como ser humano, es el centro de todo el conocimiento, de la racionalidad, eliminando todo aquello que vaya contra sus principios. Desde los primeros humanistas que aparecen, en contraposición a las doctrinas escolásticas, hasta los más recientes manifiestos del humanismo secular, que hacen un llamamiento a resolver los problemas más acuciantes para el hombre, en el siglo actual, el humanismo representa el interés por la dignidad humana. Cuando este nuevo humanismo digital, por ejemplo, limita los accesos a los servicios del sistema financiero eliminando una sucursal bancaria, en muchos pueblos, o simplemente te impide gestionar sin tener que desplazarte lo más básico de las comunicaciones, energía, administración, etc., a quienes han dedicado su vida entera al trabajo, para el bienestar del resto de la sociedad, pero que ahora son analfabetos digitales, no es Humanismo. Cuando eso sucede, hablamos de deshumanización y crueldad. Si a la era digital, pero con condiciones. Paso a paso.