Esta semana pasada ha sido intensa en ruedas de prensa, presentaciones, comunicados, notas y contestaciones a los comunicados por parte de los candidatos. Tampoco se han quedado sin decir nada los portavoces del partido por el que se presentan. Pronto se ha iniciado la campaña de las elecciones municipales en la capital y no parece que vaya a cambiar mucho.
Aun faltan ciento veinte días para la celebración y sin embargo ya se oye el resonar de las maquinas de los dos partidos mayoritarios en el Ayuntamiento. Ambas organizaciones parece que están engrasadas y preparadas para afrontar cualquier problema y responder, a todos y a todo, en estos próximos cuatro meses hasta llegar al día 26 de mayo. En la capital no es solo la Alcaldía, se juega mucho más. Y porque no decirlo se notan los nervios.
Las prisas no son buenas consejeras. Los equipos de los respectivos candidatos pueden pensar que queda poco tiempo, que los márgenes son estrechos y que son muchas las incertidumbres que depara el camino hasta el 26 de mayo y hay que salir inmediatamente a escena de la forma que sea. Que ahora en precampaña ya todo es válido. Es muy posible que incluso algunos miembros del equipo, de cada candidato, con ganas de hacer méritos enarbolen la bandera del partido y salgan a la calle, o a las redes sociales, dispuestos a arrasar ellos solos, cual Hidalgo, lanza en ristre, a arremeter contra el contrario y adversario político lanzando burradas y descalificaciones. Incluidas las de índole personal que en ninguna campaña falta. Incluso algunos con el ánimo de medrar en las listas insultara y faltara al respeto de los propios ciudadanos al desinformar la realidad con noticias falsas para tapar las mentiras de su candidato. No obstante es mejor detenerse a pensar, no mostrar el nerviosismo y recapacitar en cada una de las notas de prensa y comunicados emitidos.
No todo está permitido, los electores no lo perdonan todo. Pero en especial lo que no perdonan nunca es la mentira. No digan nunca que han hecho una cosa mientras no sea verdad. Mentir en el último momento de la campaña puede ser una técnica o recurso de última hora, si con ello se arañan los últimos votos, también reprochable, pero mentir a cuatro meses vista, cuando la mentira puede ser desmontada con datos objetivos y contrastables, es una falta de respeto hacia los ciudadanos afectados que merece el desprecio mas absoluto. Y que, sin lugar a dudas, se volverá como un boomerang contra quienes la utilicen.
Quienes no se paren a reflexionar las propuestas y meditar los asuntos públicos que atañen a la ciudad, marcando la diferencia con el resto de partidos, mediante un programa político lleno de propuestas, es muy posible que lleguen al final de la campaña generando la sensación en el ciudadano de que: … todo esto es nuevamente más de lo mismo. Quienes utilicen la técnica de la descalificación y la mentira no conseguirán ganar votantes, incluso se le puede volver en contra el voto de sus más fieles seguidores. Si la campaña continua como ha comenzado solo llegara al elector el mensaje de: la pésima herencia recibida…., y el tu más todavía…., seguido de la descalificación personal del propio candidato. Incluso puede llegar a terrenos personales que resulten dolorosos y terminen pareciendo miserables a los ojos de algún candidato.
Sera bueno atar en corto a esos Commuity manager con cargo a los fondos públicos, en puestos de confianza, que rozan el delito de prevaricación con su trabajo, y a los voceros designados en cada partido para amplificar las noticias con las notas de prensa paralelas a cualquier declaración de uno u otro. Especialmente cuiden todos los candidatos de que no se creen Fake news porque pueden resultar muy crueles. Acaba de comenzar la contienda y luego llegan las lagrimas. Nunca se olvidan de la reflexión aristotélica de que “uno solo es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras”.
Como ya apuntaba el pasado septiembre en esta misma columna semanal: “cuidar la reputación política de quien dirige una institución es una labor que debe hacer el propio político con su gestión diaria y con su buen hacer. Nunca se puede destinar ni tiempo ni recursos públicos a ello y menos para mentir. Ya tenemos casos, en nuestra historia democrática reciente, de “gestión reputacional” pagada con fondos públicos”. Y para quienes aspiran desde la oposición para gobernarla valoren si merece la pena tensionar innecesariamente una ciudad inundándola de falsas noticias.