En España son necesarias dos vacunas, una para inocularnos del virus y otra para protegernos de la ultraderecha. La primera, para acabar con la pandemia, está por descubrirse y la ciencia trabaja para ello. La segunda, descubierta desde que se conoce el estado del bienestar, está en los laboratorios del PP y puede administrarse inmediatamente a todos sus militantes, en especial al SR. Casado, para acabar con el virus de Vox. O cuanto menos, sino erradicarlo, arrinconarlo a los lugares que tenía antes del 2016. Del partido popular depende ponerse el antídoto al veneno.
Desde que se inició la pandemia el PP rivaliza con Vox intentando recuperar los millones de votos que le arrebato en las últimas elecciones y mira con buenos ojos la política desestabilizadora de la ultraderecha porque piensa que le puede generar, a corto plazo, la oportunidad de cambiar la aritmética parlamentaria y derrocar al presidente Sánchez cuando pase la pandemia. Tanto a los asesores como al aparato político del PP, que consideran que fueron desalojados del poder de forma ilegitima, por una conspiración judío – masónica – comunista – nacionalista, les parece una eternidad esperar tres años y medio hasta las próximas elecciones.
Es demasiado tiempo para el Sr. Casado y para su cohorte de fieles e impacientes acompañantes, ávidos de poder, esperar a que se celebren nuevas elecciones y por ello han decidido, en plena crisis internacional de salud pública, y desde la retranca, aprovechar las barbaridades que proclama y financia diariamente la ultraderecha, en las redes sociales, permitiendo desde el primer partido de la oposición las campañas de acoso al gobierno sin un mínimo atisbo de responsabilidad de estado, aunque las consecuencias para todos los españoles sean catastróficas. En el PP no comparten con Vox, ni el estilo, ni la forma, ni las escasas propuestas, ni los argumentos políticos, salvo algunos antiguos dirigentes de la vieja alianza que aún quedan dentro del partido, es más, incluso se sienten molestos en la mayoría de las ocasiones, con las manifestaciones realizadas en el parlamento y en la comisión de sanidad del congreso. Solo con observar la cara de la presidenta de la comisión y de cómo bajan la cabeza algunos diputados del PP es suficiente para verlo. Muchos sienten vergüenza ajena de Vox por si les asocian.
Quienes diseñan la estrategia del PP en estos momentos, desde Marbella o desde Génova, piensan y creen que si los nacionalistas catalanes y vascos retiran su apoyo al PSOE ellos pueden ser los grandes beneficiados de esta pandemia. En definitiva, el presidente del gobierno consiguió la investidura por solo dos votos de diferencia antes de tener que ir a unas cuartas elecciones. El PP ha cogido el camino más fácil de la vieja política: hacer caer un gobierno en plena crisis, pero dejando que sean otros quienes enciendan la mecha de la discordia intentando enfrentar a los españoles. Vox es el tonto útil del PP poniendo la cara. Para la derecha que se siente desalojada del poder como si se lo hubiesen robado, en vez de haberlo perdido en las urnas y en el parlamento, la pandemia es una oportunidad política porque detrás de ella hay sufrimiento, dolor, incertidumbre, parados y empresas en crisis. Viejos ingredientes para la política carroñera.
Casado es demasiado joven e inexperto para querer ser presidente del gobierno a toda costa y por encima de los intereses generales del país. Sera necesaria una nueva política para cuando salgamos de la pandemia y si no participa se quedará offside. Su colaboración en la superación de la crisis, primero a nivel sanitario, pero después a nivel económico y social, con una nueva forma de ver el Estado y la Unión Europea, es la oportunidad de presentarse como un líder solido capaz de dirigir a este país en un futuro. Un refrán muy manchego dice con acierto: a galgo viejo, echadle liebre, y no conejo.
Es comprensible que el Sr. Casado tenga ganas de recuperar los votos pedidos por su partido, refugiados en la ultraderecha, pero la forma no es compitiendo con Vox por la desestabilización de España. La fórmula de éxito está precisamente en inocular a la sociedad del virus del Sr Abascal. Neutralizada la ultraderecha con sentido de estado, algo que le falta a Vox, que solo propuestas y consignas para socavar la democracia, contará con amplias posibilidades de gobernar y el Sr. Casado podrá ser presidente. En el PP tienen que comprender que un líder joven con viejas políticas económicas no es el futuro. En casos así, cuando la ultraderecha te está arrastrando por el fango, es bueno pensar en Castelao: A nosa vaca ten o pesebre en Galiza e os tetos en Madrid