Si ahora no cambiamos y continuamos con el mismo inmovilismo de partidos políticos no dejaremos ninguna lección aprendida a la siguiente generación. Comienza la desescalada en Ciudad Real para muchos y aumenta la escalada de tensión política para otros. Para la mayoría se inicia la recuperación en la calle de todo lo que se ha llevado esta pandemia por delante y para unos pocos comienza una nueva fase para seguir tensionando la vida política y poniendo palos en la rueda de la convivencia hasta conseguir el poder. Así es la vida. Unos trabajaran y otros criticaran el trabajo. Pero si en política continuamos haciendo lo mismo es que no hemos aprendido nada.
En especial no habremos aprendido nada si seguimos haciendo la misma la política local. Si, esa que está pegada al ciudadano. La política donde conocemos al comerciante que ha cerrado la tienda en la que hemos estado comprando toda la vida, a la familia que se han quedado todos sus miembros en paro, al inquilino que no ha podido pagar el alquiler, al amigo que ha ido al ERTE, donde sabemos cómo se llama el indigente del Prado y el del Pilar y quien es el anciano de nuestro bloque que vive solo en casa porque los hijos se fueron emigrados, donde la prostituta de la esquina es la misma de siempre y al obispo nos lo cruzamos por la calle y le saludamos o le miramos de reojo. Ahora tenemos la oportunidad de una nueva política, una política donde las personas NO son las encuestas que se desayunan los jefes de gabinete.
Estos treinta mil muertos tienen que darnos un nuevo marco de entendimiento que nos sea el de la confrontación. Aunque solo sea por los que se han ido y por nuestros hijos, que son los que vienen detrás. Ha llegado el momento de iniciar una nueva etapa de reconstrucción de las ciudades y de las economías locales con la participación de todos y fuera de los esquemas clásicos de la lucha partidista. Es necesario que nos podamos entender para cambiar radicalmente el sistema, incluida la forma de gobierno y las instituciones. Igualmente es necesario que nos entendamos en la económica para cambiar los medios de producción y las estructuras económicas para una nueva distribución de la riqueza. Como también, es necesario que nos entendamos en un cambio social para abandonar el actual modelo de globalización diseñando nuevas formas de vida para las personas en las ciudades.
Tenemos que cambiar todo, incluido un sistema político municipal montado para que trabajen los que llegan al poder y el resto se quede criticando hasta conseguir el sillón. Es un sistema perverso, de enfrentamiento vecinal que se ha profesionalizado y que se alimenta desde los partidos. Hasta en eso tenemos que cambiar después de esta pandemia. Las protestas en la calle y en las redes sociales no pueden ser para para que nada cambie después de esta pandemia y poder continuar en nuestra zona de confort. En esta provincia y en esta ciudad el cambio lo venimos pidiendo desde hace muchos años. Venimos reclamando un nuevo modelo de ciudad, de provincia, de economía, que evite el paro y ponga remedio a la despoblación, que no obligue a los jóvenes a marcharse por no tener recursos y ahora es el momento de acometerlo.
En los próximos días vendrán las comisiones de reconstrucción y se hace necesario que no sean para criticar y destruir. Hay que crear grupos de trabajo que no sirvan solo para repartirse los fondos públicos y las ayudas económicas que se reciban las instituciones. Es necesario pensar primero y ante todo en la ciudad y provincia que queremos diseñar. Como queremos afrontar en el futuro, la sanidad, la asistencia social, la inmigración, la vivienda, el paro, el transporte, la despoblación, el urbanismo, las relaciones sociales, los modelos de educación. El mayor error de todos será crear comisiones de reconstrucción para querer volver a la misma zona de confort.