Hay que distinguir entre quienes tienen intención de causar daño con la maldad de sus opiniones, siempre haciendo proselitismo político, los que quieren hacer secesionismo político también con la crisis y con los muertos, y los que llevan dentro un epidemiólogo en su interior. En España, como sucede con otros aspectos más cotidianos o deportivos, somos millones de especialistas en gestión de pandemias y en resolución de crisis nacionales e internacionales. Forma parte de nuestra idiosincrasia y carácter extrovertido.
No obstante, si algo repugna en estos momentos es ver a ventajistas políticos, de la calaña del presidente de la Generalitat, poniendo informes técnicos (de dudosa elaboración) sobre la mesa comparando los muertos a futuro que se pueden producir si no se adoptan las soluciones que propusieron de confinamiento total de Cataluña, para distinguirse del estado español, con la intención de seguir alentando el secesionismo durante esta crisis global de salud pública. ¡Porca miseria ¡qué dirían los italianos. Y que falta de altura de miras políticas y de talla personal. Echar en cara los muertos, que no se han producido, y responsabilizar de ello al gobierno de la nación es de una mezquindad enfermiza e impropia. Pero no acaba ahí el asunto, los socios del gobierno que facilitan la investidura al PSOE, arrastrados por las cartas marcadas que presenta el tahúr de la Generalitat y por el miedo a perder la partida de los próximos comicios catalanes se desmarcan de la acción de gobierno y suben la apuesta despreciando la acción solidaria de cuerpos y fuerzas de seguridad en el ámbito de Cataluña, bajo el argumento de falta de necesidad y que se corresponde con una campaña de marketing. Esta crisis cambiara el mundo y los secesionistas catalanes no se enteran. Además, con esa aptitud muchos españoles que confiaron en el inicio de un dialogo honrado y honesto, ausente desde hacía años, se querrán retirar de una partida donde se marcan las cartas. Y además, quienes no creían en el dialogo, vuelven a tener una excusa para negarlo como solución.
Es difícil de comprender como la mayoría de los líderes políticos, que deben tener un mayor grado de responsabilidad, estén en el gobierno o en la oposición, en un ayuntamiento o en una comunidad autónoma, no pueden evitar sucumbir y caen en la tentación de obtener ventajas y réditos políticos a costa de esta crisis intentando hacer ruido mediático y desacreditando a quienes tienen la responsabilidad de la gestión. Y de paso colgarse la medalla de salvador de su particular patria para las próximas elecciones. No se concibe que después de cada comparecencia de los técnicos y autoridades competentes los voceros de segunda fila, que están prestos a escalar posiciones, arengan con discursos a sus acólitos para que no decaigan y perseveren en la actitud de crear derrotismo y confusión. No se entiende la consigna explicita de criticar la gestión de quienes están trabajando incansablemente por la resolución de los problemas sanitarios, abastecimiento, transporte, etc., con el único objetivo de generar desgaste al gobierno.
El sistema sanitario español acusa las carencias de años de recortes y de eliminación de recursos humanos y materiales. La crisis de 2008 supuso apoyar un sistema económico que desprecio a las personas y derivo los impuestos, los que estaban destinados a la sanidad y a la dependencia, a un sistema financiero en crisis que se los apropio como si les correspondiese por derecho. Si los políticos, líderes de opinión, fuesen conscientes del alcance y gravedad de la crisis en vez de poner a sus organizaciones a trabajar en contra del gobierno se ocuparían de trasmitir seguridad a quienes representan y no habríamos llegado a este clima de enfrentamiento político a los diez días de iniciarse el estado de alarma y que resta capacidad de maniobra.
Ahora toca apoyar sin fisuras al gobierno de la Nación. Cada gobierno, regional y local, tiene que estar alineado con el Estado. La mentira, el ventajismo político, el oportunismo, y la falta de lealtad a las medidas y autoridades nombradas para la gestión de esta crisis, es una traición a todos los españoles de buena fe. No se trata de hacer desaparecer el control de la acción de gobierno y aún menos la libertad de expresión y de opinión previstos en la constitución, pero es necesario la lealtad al gobierno para superar, juntamente con los técnicos, esta crisis de salud pública que afecta a nuestro valor superior, la vida, y que está por encima de reproches políticos y campañas electorales.