El verdadero mandato de los electores, en las tres últimas elecciones, es que los ciudadanos quieren mantener el control sobre el gobierno y sobre sus decisiones obligándolo a ponerse de acuerdo necesariamente con el resto de los partidos del arco parlamentario. A negociar y a encontrar en cada caso, y en cada proyecto de ley, las mayorías necesarias. Precisamente, lo que buscan los ciudadanos no es solo que se promueva el interés público, desde la perspectiva de la mayoría, si no que el gobierno recoja todas las sensibilidades ante los problemas del pueblo: políticos, económicos, sanitarios, sociales, territoriales, educacionales, etc.
De forma repetida, en cada resultado electoral de los años 2016, 2018 y 2019, el mensaje de los electores se ha repetido de forma contundente: No se quiere un gobierno de mayoría que ejerza la representación en nombre de todos los españoles demostrando su poder en el parlamento mediante el ejerció de los rodillos democráticos, sin un eficaz control parlamentario, por el simple ejercicio de las mayorías de partido que tienen una férrea disciplina sobre los diputados. Esa forma de gobierno, esa partidocracia, apoyada fundamentalmente desde los partidos mayoritarios y donde se consagro el bipartidismo, ya se ha tenido durante cuarenta años y termino no funcionando. Lo que fue bueno en las primeras décadas se había vuelto corrupto.
Los ciudadanos, todos en general, en su ya larga madurez democrática y a falta de un nuevo sistema electoral de representación, decidieron no otorgar la mayoría a nadie con el único objeto de que la formación de los gobiernos se realice mediante la negociación y el consenso político para que estén presente todas las sensibilidades de la sociedad
La única manera de poder entender llanamente el problema del enfrentamiento político, entre los bloques de izquierda y derecha, que se vive tan duramente en estos meses de crisis sanitaria, a solo dos meses de la toma de posesión del gobierno y que hará difícil la salida ordenada a la nueva normalidad, para superar las dificultades económicas que se avecinan, es entendiendo que la mayoría de los partidos no reconocen en el actual gobierno su representación política. Algunos, incluso no reconocen su legitimidad. Es ahí, en la falta de reconocimiento de la representación por parte de los partidos de la oposición, para la formación de gobierno, donde se encuentra el verdadero problema de debilidad de la coalición que está gobernando y que hace peligrar la convivencia política de los ciudadanos.
Quienes basan su estrategia electoral en la falta de representación del gobierno, por no tener una mayoría parlamentaria y ven en ello una debilidad para desestabilizarlo y hacerlo caer, antes de tiempo, se están olvidando del mandato de los electores. Quienes además no ven en el gobierno la legitimidad de su ejercicio, por no reconocer a los partidos que le votaron en la investidura, al considerar que no son representantes del pueblo y no tiene su voto el mismo valor democrático, se están equivocando doblemente. Quienes se aprovechan de momentos de dificultad colectiva para obtener ventajas personales aún se equivocan más. Quienes sacan el debate fuera del parlamento, que, es el lugar donde los ciudadanos quieren que se conformen las mayorías necesarias para abordar los problemas de España y lo trasladan fuera del hemiciclo, de forma fraudulenta, en connivencia con los poderes facticos para generar desconcierto, se tendrán que enfrentar en las urnas a la respuesta democrática. Los ciudadanos, en su madurez política, sabrán apreciar el esfuerzo de cada partido, la capacidad de negociación y los acuerdos obtenidos para recoger las sensibilidades sociales, territoriales, económicas, empresariales, etc. y valorarán con su voto en conciencia el resultado del trabajo. Es lamentable el desprecio de algunos políticos al mandato del pueblo.