Vuelvo a viajar porque Madrid entra en una nueva fase de desescalada. De entrada, con nuevas normas de viaje en los Avant, nuevos horarios y con la seguridad de que ahora las lanzaderas no son igual de necesarias para trabajar en Madrid y vivir en Ciudad Real. No he tenido que salir de casa en estos dos meses y medio para seguir reuniéndome con el mismo equipo de trabajo que lo hacía antes, en Oviedo, en Gijón, en Madrid, en Leon y en Sevilla. La movilidad por motivos laborales durante este tiempo no ha sido necesaria para organizar el trabajo. Sin embargo, ha sido clave para que otros trabajadores, esenciales, hayan podido desplazarse para seguir atendiendo hospitales. Este será uno de los grandes cambios: la figura del commuter. Cambiará su perfil, tal y como lo conocemos ahora, porque cambiarán las necesidades de movilidad para una parte de la población y aparecerán otras nuevas.
Hace dos meses y medio cuando salía de Madrid para venirme a pasar la cuarentena a casa y conforme avanzaban las lanzaderas Avant, en doble, de Madrid a Ciudad Real y Puertollano, las mismas que me han llevado a trabajar diariamente durante los últimos veinticinco años, pensaba que nada sería igual cuando tuviera que regresar nuevamente. Atrás quedaban unas despedidas apresuradas a los compañeros y un deseo particular de que todo fuese bien para ellos y para sus familias. Nos despedimos con optimismo, en definitiva, la medida de confinamiento era para evitar que colapsase nuestro vigoroso sistema sanitario. Uno de los mejores del mundo. Con el paso de los días del estado de alarma la percepción de que nada sería igual fue aumentando, de manera exponencial, con la misma rapidez que lo hacia el virus.
Hoy comienza mi particular desescalada laboral para reiniciar una actividad, cancelada por Teams hasta la primavera de 2021, que se ha truncado por la pandemia. Turismo y transporte no son precisamente las primeras actividades que se recuperaran, y aun menos, cuando una parte de los clientes son internacionales. Otras, como la institucional, también ralentizada porque los alcaldes ahora están a lo primero y más importante, la salud de sus vecinos seguirá haciéndose presente en el día a día. Tengo ganas y necesidad de reencontrarme con los compañeros, con la oficina, aunque a lo mejor pasan algunos días al tener una desescalada más suave por estar Madrid y Ciudad real en fases distintas. También reconozco que con muchos de ellos he hablado y he asistido a más reuniones virtuales en los dos últimos meses que en todo el año anterior. Pero vuelvo con la certeza de que, efectivamente, todo es distinto.
Los commuter cambiaran su perfil y el medio de transporte tendrá que adaptarse a las nuevas necesidades de movilidad, pero la ciudad también tiene que reconvertirse porque a partir de ahora se seguirá trabajando en Madrid, en Sevilla, en Barcelona, en Londres o en Paris, pero se podrá residir en Ciudad Real. El teletrabajo no llega solo para Madrid. Llega para todo el mundo. La ciudad tiene que cambiar y su oferta tiene que ser distinta. El transporte de viajeros tiene que cambiar, no solo liberalizarse en los próximos meses. La universidad tiene que cambiar en la preparación de los jóvenes y ofrecer nuevas titulaciones. Las instituciones tienen que reconvertirse con nuevos servicios y menos burocracia administrativa. Las necesidades han cambiado y hay que adaptarse. La vuelta al trabajo ha de hacerse con la idea de que hay que cambiar también y saber adaptarse. En la nueva forma de organización de la sociedad es donde se encuentran las oportunidades. El consumo seguirá existiendo, muchos servicios y profesiones serán más necesarios y mejor valorados, pero, en cambio otros desaparecerán y no será por la crisis económica, que también, sino fundamentalmente por los cambios que llegaran. Miremos el ejemplo del Aeropuerto de Ciudad Real que ha encontrado su oportunidad. Cuando una puerta se cierra otra se abre, por usar nuestro refranero, que me parece menos pedante que citar a Spencer Johnson.
