La ciudad de los próximos años, de la próxima generación, necesita de un diseño económico y de infraestructuras que genere empleo, rejuvenezca, respete el medio ambiente, se adapte a las nuevas tecnologías y ofrezca calidad de vida a una población ya envejecida en la actualidad.
Nueva etapa.
A menudo, imagino una ciudad desde cualquiera de sus ocho puertas, pero en el siglo actual. Una ciudad que, desde su configuración histórica, y manteniendo sus trazados y su geografía, se pueda abrir camino al futuro buscando el atractivo que ha perdido con el transcurso de los años por sus errores de diseño, fundamentalmente en el último siglo, y, donde puedan convivir los distintos modos de concebirla: el más urbanita, junto con el más rural y agreste, o el más ecologista.
Igualmente, a menudo, pienso en un modelo de ciudad ideal para vivir en ella, sin caer en la utopía, desde la experiencia de haber pasado en ella muchos años y con la inquietud de querer seguir viviendo. En cómo puede transformarse desde su actual trazado para hacerla más atractiva, tanto para residir, como para permitir la actividad comercial y al mismo tiempo recuperar los pocos espacios dignos que quedan para el turismo.
Cerrada la fontanería publica, me encantara pasear por las calles y barrios, sus parques y jardines, sus áreas industriales y económicas, por el comercio, el tráfico, por sus parajes en el término municipal y por los rincones más emblemáticos que le dan forma y contenido, para imaginar la ciudad de los próximos años, dejando a un lado la opinión de la vida política y centrado exclusivamente en un modelo de ciudad que necesita construirse desde lo más inmediato y cercano.