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Me equivoque con la iglesia.

No puedo evitarlo, y como el que más y el que menos, durante esta pandemia y mientras el confinamiento de estos últimos cuarenta y cinco días, me dejo llevar por las emociones, en todo lo que afecta a la familia y amigos y por los sentimientos en todo lo demás. Más que nunca están a flor de piel. Me revelo contra todo aquello que culturalmente no forma parte de mi imaginario social y arremeto indiscriminadamente desde mi teléfono u ordenador contra el mas pintado.  Sin ir más lejos, esta semana, no tenía pudor ninguno en encolerizarme con unas declaraciones, efectuadas por el portavoz de la Conferencia Episcopal Española sobre su oposición a la renta mínima vital. No tarde, ni un solo segundo, en contestar y replicar en redes sociales dicho disparate. Además, lo hacía apoyándome y refugiando mi argumento en el “tuit” de un destacado e insigne escritor al que he seguido en los últimos años y me siento relativamente cercano.   

De repente, me sentí atacado en mis sentimientos y reaccioné de forma impulsiva. Todo era como un atentado contra mí forma de pensar leyendo las declaraciones del portavoz de los obispos, recogidas por la prensa en grandes titulares, no solo en un periódico, sino en varios y de prestigio. La rueda de prensa que había dado la conferencia episcopal me parecía un disparate y el tuit del columnista de los más acertados que había visto. Y de pronto “zasca”, lance mi tuit arremetiendo contra la iglesia y contra lo que más les puede doler, la cruz en la casilla de la renta, con los mismos argumentos que hirieron mis sentimientos: Una organización religiosa, dopada de subvenciones, oponiéndose a que el estado ayude a quienes tienen dificultad para salir adelante y están en verdadera necesidad. Si hasta el propio Papa Francisco está a favor de la renta mínima, me decía a mí mismo.  Ideológicamente no pude evitar una asociación de ideas: Jerarquía eclesiástica, obispos, derecha, política…, y me repugnaba. Pensé, como siempre, la organización eclesial alejada de sus fieles.

Al día siguiente y de forma más detenida, profundizando, más allá del titular de la noticia, tuve curiosidad por releer las declaraciones del portavoz, Luis Argüello, porque me parecían que no se correspondían con la realidad que estamos viviendo y mucho menos con los valores que yo reconozco en la iglesia.  Efectivamente había dicho que considera que no se puede dar, de forma permanente, una renta mínima y tan sólo debería ceñirse a la excepcionalidad del momento de la pandemia. Pero, más adelante, añade también que “la permanencia de esta renta no es un horizonte deseable a largo plazo para el bien común y considera que “las personas deben de ejercer sus capacidades en un puesto de trabajo».

Realmente, después de leerlo, me sentí aun mucho peor que cuando vi el primer titular. Estaba más de acuerdo con la conferencia episcopal que con el tuit del escritor y con los titulares de prensa que me enfurecieron. Resulta mucho más digno un trabajo y una remuneración suficiente para satisfacer las necesidades de la persona y las de su familia que una renta mínima otorgada de forma permanente. Está claro que me equivoqué, y mucho, y además lo hice con soberbia y pensando en hacer daño al pedir que este año no marquen la casilla de la renta a favor de la iglesia. Días después recibía otro tuit, de una cercana amiga, que me decía las intervenciones de caritas en la provincia de Ciudad Real, donde muchas de las que atienden están derivadas de la asistencia social municipal. Ahora digo con rotundidad que, cada cual marque la casilla de la renta que estime y que no se deje de llevar por titulares que solo contribuyen a la creación de opiniones interesadas, porque como decía Ryszard Kapuściński: “cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”.

Una renta mínima vital, que haga desaparecer viejos esquemas de asistencia social, pero también el trabajo, como elemento dignificador de la persona, son entre otras, las claves de un nuevo modelo de sociedad después de esta pandemia. Necesarios, compatibles y complementarios. Cuando se trata de la dignidad de las personas y su bienestar, no importa de donde vengan las ideas, la ideología está de más.  Hasta ahora, cada año, me quedaba tranquilo y mi ego cubierto con la sola acción de poner una cruz en la declaración de la renta, para la iglesia o para fines sociales, o con tener una suscripción a una ONG, pero creo que ahora ya no es suficiente para asumir la cuota de responsabilidad que me pueda corresponder en todo lo que está sucediendo.

Una mirada critica de Ciudad Real. Apasionado y vehemente por mejorar esta ciudad. Puedes contactar conmigo y te respondere

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