Hemos llegado a un punto donde da lo mismo quienes son los representantes de la provincia en el legislativo. Es más, en un porcentaje muy alto nadie los conoce, no se sabe quiénes son, ni a que se dedican. Tampoco importa demasiado. Los ciudadanos, saben cuando se dirigen hacia las urnas que votan a una marca y que el representante de esta se debe a la disciplina del partido y no puede salirse del guion marcado. Manda la estrategia y aritmética parlamentaria. Es decir, los ciudadanos de la provincia eligen a sus diputados sabiendo que estos van a Madrid para apretar el botón que le indiquen.
En el caso de una pequeña provincia como está el único morbo político que le queda a los electores a la hora de depositar su papeleta, es el de saber la marca de partido que más votos ha obtenido, de si ha ganado el bloque de las izquierdas o de las derechas y si se mantiene el pronóstico de las encuestas. Así es el sistema. La marca, el partido, está por delante del representante político elegido en la circunscripción electoral. No quiere esto decir que el sistema sea malo, en absoluto, es un modelo como cualquier otro. En España la Constitución define al partido político como fundamental en el sistema democrático al considerarlo el vehículo para la participación política de los ciudadanos, la ley de partidos políticos establece la forma democrática y jurídica que tienen que adoptar los partidos y por último la ley electoral define la herramienta de participación de los ciudadanos para que los votos se conviertan en escaños. En botones.
Estas son las normas que contienen las reglas del juego democrático para formar el gobierno de la nación y han funcionado en un sistema bipartidista, con contrapesos de carácter nacionalista hacia uno u otro bloque ideológico, durante los últimos cuarenta años. Han funcionado y nos han dado estabilidad política y progreso durante décadas. Estas reglas han dado gobiernos de mayorías absolutas, de minorías mayoritarias, han permitido obtener consensos para los temas fundamentales de Estado como el terrorismo, desarrollar un sistema autonómico, alternancia en el poder, incorporarnos a la Unión Europea, tener seguridad jurídica y proyectarnos al mundo como una democracia estable. No obstante parece que hemos llegado a un punto donde con esas reglas y con unas quintas elecciones en un periodo de cuatro años, los partidos políticos nacionales y nacionalistas, no son capaces de resolver los bloqueos que se imponen unos a otros.
A la vista de los resultados electorales es posible afirmar que las actuales reglas del juego democrático ya no sirven porque no tienen la capacidad de resolver cuando los partidos políticos se bloquean y tampoco permiten al ciudadano desbloquear a los partidos mediante nuevas elecciones. Ahora esas mismas leyes nos llevan al bloqueo político y permiten que una sola comunidad autonómica y el funcionamiento del los partidos bloqueen políticamente el país durante años. Todos los partidos eran conscientes de que trasladar al ciudadano la responsabilidad del desbloqueo existente, consecuencia de la falta de consenso en la estructura territorial, mediante nuevas elecciones pero con las mismas reglas de juego era una patada al balón hacia adelante. El único objetivo de las elecciones era cambiar la aritmética parlamentaria aprovechando los nuevos escenarios políticos en Cataluña porque esta es la fuente donde todos los partidos políticos fidelizan a sus votantes o les atraen hacia su formación.
Solo desde la ambiciosa perspectiva que todos los partidos políticos tenían de mejorar los resultados de los anteriores comicios se entienden, pero no se comprenden, las elecciones generales de ayer. Del resultado de las mismas no ha salido la solución a los problemas. Los ciudadanos no han podido establecer con su voto la fórmula del desbloqueo, al contrario, consecuencia de la desafección generada hacia los partidos mas históricos, por su poca responsabilidad de Estado, sumado a la falta de criterio de los emergentes, una parte de los ciudadanos de todos los colores políticos se ha refugiado en el populismo de derechas que será la próxima fuente de problemas. Es necesario cambiar las reglas de juego y depositar mayor responsabilidad en el ciudadano a la hora de elegir a los representantes que tiene que formar gobierno. La actual ley electoral ha dejado de ser la herramienta útil para transformar los votos en escaños.